Imitación, empatía y civilización: las neuronas espejo y el desarrollo sociobiológico humano (parte II)


¿Qué importancia tienen las neuronas espejo? Desde el punto de vista evolutivo, representan un salto fundamental que nos ha permitido a los humanos (y seguramente a otros primates) establecer las bases de la compleja sociedad en la que vivimos; V.S. Ramachandran, uno de los grandes investigadores en el área, en su maravilloso libro “El Cerebro Delator”  (“The Tell-Tale Brain”) las llama “las neuronas que le dieron forma a la civilización”. Indudablemente, un grupo de células tales que, sin su presencia, la rica estructura social humana no hubiese existido (o, al menos, no como la conocemos) resulta de importancia innegable: la presencia de estas células permitió a los primeros humanos, por medio de la imitación, aprender a llevar a cabo actividades como la fabricación de herramientas, la construcción de albergues, la caza, la pesca, etc; actividades que requerían de habilidades motrices complejas, no heredadas genéticamente, y que era absolutamente necesario transmitirlas a las generaciones jóvenes para asegurar la subsistencia de la especie en las sociedades nacientes. Del mismo modo, las neuronas espejo, al ser responsables de la empatía, sirvieron como fundamento biológico sobre el cual se establecieron los lazos afectivos que permitieron a los humanos conectarse emocionalmente entre sí, afianzándose de ese modo el profundo sentimiento de pertenencia a un grupo, crucial para la supervivencia de la especie.
Pero no sólo interviniendo en el desarrollo social del hombre puede palparse su importancia: igualmente se ha planteado que en la fisiopatología de distintos trastornos neuropsiquiátricos (como el síndrome de miembro fantasma, e incluso los trastornos del espectro autista) participan, en mayor o menor grado, las neuronas espejo, de forma que alteraciones en su funcionamiento podrían explicar algunas de las manifestaciones clínicas en dichos trastornos. Y la importancia de su participación radica no sólo en explicar el origen de la enfermedad, sino que incluso alcanza a permitir el desarrollo de tratamientos potencialmente útiles: por ejemplo, Ramachandran y sus colaboradores desarrollaron una ingeniosa y elegante técnica (la caja espejo o “mirror box”) para ayudar a personas con síndrome de miembro fantasma (un síndrome en el cual, personas que han sufrido amputaciones de miembros se quejan de percibir dolor, picazón, presión u otras sensaciones en el miembro ausente, como si aún estuviese presente); la técnica ha resultado tremendamente útil en una gran cantidad de pacientes, mejorando su calidad de vida, y se basa en la identificación de la acción en el cerebro del paciente, gracias a la acción de las neuronas espejo. Igualmente, durante los últimos años se ha estudiado el uso de una técnica basada en el biofeedback para estimular la función de las neuronas espejo en niños con diversos grados de autismo: si, como se ha planteado, el funcionamiento anómalo de estas células explica muchas de las manifestaciones del trastorno autista, es de esperar que su estimulación le permita al niño establecer mejores lazos emocionales y sociales con las personas de su entorno inmediato.
El tema es sumamente extenso y apasionante, y permite explorar algunos de los rasgos más complejos de la conducta humana. Seguramente, resultados de estudios próximos arrojarán luz sobre facetas de la experiencia humana, hasta entonces no totalmente comprendidas, en las que estas células jueguen un papel clave. Si quieren más información, aquí hay dos brillantes videos:

  •  Una presentación de V.S. Ramachandran en los TED talks


  • Y una reseña, muy didáctica, de las neuronas espejo en la empatía y su papel en la sociedad humana: 




Ricardo Cárdenas
@kidentropia

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